Queridos hermanos:
En las lectura de hoy, del libro del Eclesiastés, el Señor me dice todo lo que en el día se hace. Hay tiempo para todo. También se está refiriendo a mi oración. El Señor me llama a la oración, pero no emplea la palabra propiamente dicha "oración", sino que lo asemeja con un trabajo en el que un trabajador da todo lo que tiene por él. "¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo?", dice el versículo 9. Yo creo que mucho. La gracia que nos ha dado el Señor de que podamos hablar con él y tener esa comunicación personal, íntima y sincera es el máximo exponente de la vida de un cristiano. A igual que las personas no podemos vivir sin aire, un cristiano no puede mantener su Fe sin la oración (yo no puedo hacerlo) sin ese trabajo que apenas se ve pero que se nota en cualquier persona que dedica su tiempo a la oración y que se hace latente en sus manifestaciones y la recompensa por ese trabajo vale más que el dinero que se pueda ganar. Esa falta de trabajo y de oración se empieza a manifestar porque se pierden las virtudes cristianas. Se pierde la humildad, se pierde la caridad, etc. Hermanos, hagamos lo posible para no caer en estas tesituras. Como dice el Salmo, que el Señor sea mi roca.
Quién no ha oído o leído alguna vez este Evangelio de Lucas. Pero la cuestión, si quiero llevar a mi vida, es que me tengo que preguntar quién digo yo quien es el Jesús. No puedo errar en esa respuesta. Jesús es el Mesías, la Roca de mi Fe, el destino de mi vida. Se podría hablar largo y tendido de este Evangelio, pero creo que cada uno de nosotros tiene que llevarlo a su vida y preguntarse lo mismo. ¿Quién es Jesús en nuestra vida?
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