Por Leandro Coccioli
La oración es lo más elevado que tenemos, lo más importante para nosotros. Porque nuestra oración es nuestra relación con Dios, el sentido de nuestras vidas. Si la santidad consiste en abandonarnos en Dios, al abandonarnos en lo más importante, nuestra oración, rezando sólo el rosario cada día, olvidándonos de nuestras capacidades, reemplazando por el rosario cotidiano nuestras formas propias de oración, alcanzaremos la más elevada santidad ante tan perfecto abandono. Porque según es nuestra oración, así es nuestra perfección.
Escoger el rosario diario como modo de oración es olvidarse de las capacidades propias, abandonándose en la capacidad de María. Abrazar el rosario diario como modo de oración es olvidarse de lo bueno que creemos que podamos decir a Dios, para dejar toda nuestra oración en manos de María. Hasta que llegue el día santo en que podemos afirmar: «Yo no sé rezar de otra forma que mediante el rosario.» Alegrémonos, porque cuando llegue ese día, habremos alcanzado la oración perfecta de la Virgen María. Adoptar el rosario diario como forma de oración, es la decisión de los santos.