Por Leandro Coccioli
El rosario diario es el método supremo, el método entre los métodos, porque es el método de la orante perfecta, de quien cuya oración no podemos superar, sólo aspirar a asemejar y participar de ella: es el método de oración de la Santísima Madre de Dios.
Hoy, 25 de diciembre, en la fiesta de la Natividad del Señor, meditamos que María, en el Evangelio según San Lucas, maravillada por el nacimiento del Niño y asombrada de la visita de los pastores y de lo que ellos les decían, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón (Lucas 2, 19). Allí está contenido el admirable secreto del Santísimo Rosario: rezar el rosario cada día es guardar las cosas de Jesús, su misterio, y meditarlo en nuestro corazón sin cesar al igual que lo hacía la Virgen. ¡Eso nos hará orar como María! Y orando como María, llegaremos a su santidad, la santidad más elevada, la unión más honda con Jesús, a la que podemos aspirar. Por la perfección de la oración es que llegaremos a la santidad, y rezando del modo más perfecto, el modo de la Virgen, llegaremos a la más resplandeciente perfección.
Y en realidad, el rosario, es más que un método, porque es contemplar la belleza del rostro de Cristo directamente, es ir directo a Jesús en el Corazón Inmaculado de María, donde lo hallamos perfectamente. De esta subida contemplación de Cristo brota, movidos por la Virgen, nuestra súplica incesante de los Avemarías, uniéndonos a su perpetua súplica omnipotente.
Celebremos esta Navidad rezando los misterios gozosos del rosario de María en familia, para unirnos más estrechamente en nuestros hogares, y dejando al Espíritu configurar nuestras familias según la Sagrada Familia de Nazaret.