LITURGIA DE
LAS HORAS CORRESPONDIENTE AL JUEVES SEMANA II
DEL SALTERIO
LECTIO DIVINA correspondiente al Jueves
de la 14ª semana del Tiempo ordinario o 13 de julio, conmemoración de
San Enrique
Nació en Hildesheim,
Baviera, el año 973 y recibió, sobre todo en monasterios, una educación
religiosa esmerada. Sucedió con 22 años a su padre en el gobierno del ducado
bávaro y, tras la muerte de Otón III, fue elegido para sucederle en el trono
imperial germánico. El año 1002 fue coronado en Aquisgrán como rey de los
romanos, y el año 1024 Benedicto VIII lo coronó emperador en Roma. Contrajo
matrimonio con Santa Cunegunda. En el trono supo ser un cristiano convencido y
consecuente, que puso su poder al servicio del bien común de su pueblo. Rehuía
el uso de las armas, y sólo recurría a ellas en casos extremos. Se distinguió
por su interés en la reforma de la vida de la Iglesia y en su mejor
organización, y por la promoción de la actividad misionera. Protegió a la Orden
Benedictina y en general la vida religiosa. Fundó varios obispados y dotó
monasterios. Murió en Grona (Gotinga) el 13 de julio de 1024. -Oración: Oh Dios, que has llevado a san Enrique,
movido por la generosidad de tu gracia, a la contemplación de las cosas eternas
desde las preocupaciones del gobierno temporal, concédenos, por sus ruegos,
caminar hacia ti con sencillez de corazón en medio de las vicisitudes de este
mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
LECTIO
Primera lectura: Génesis
44,18-21.23-29; 45,1-5
En aquellos días,
44,18 Judá se acercó a José y le
dijo: -Por favor, señor, permite a tu siervo hablar en tu presencia sin que te
enfades conmigo, porque tú eres como el faraón.
20 Nosotros respondimos a mi señor:
Tenemos un padre ya anciano y un hijo que le nació en su vejez; un hermano de
éste murió. Es éste el único que le queda de su madre, y su padre lo quiere
mucho.
21 Entonces tú dijiste a tus siervos:
Traédmelo para que lo vea.
23 Tú insististe:
Si vuestro hermano menor no baja con vosotros, no volveréis a ser admitidos en
mi presencia.
24 Entonces nosotros regresamos donde
vive tu siervo, nuestro padre, y le referimos las palabras de mi señor.
25 Y cuando nuestro padre nos dijo:
Volved para comprarnos alimentos,
26 le dijimos: No podemos bajar si no
viene con nosotros nuestro hermano menor, porque no seremos recibidos por aquel
hombre si nuestro hermano menor no viene con nosotros.
27 Entonces tu
siervo, nuestro padre, nos dijo: Vosotros sabéis que mi mujer no me ha dado más
que dos hijos.
28 Uno desapareció de mi lado y
seguramente fue devorado, pues no lo he vuelto a ver más;
29 si os lleváis también a éste de mi
lado y le sucede alguna desgracia, daréis con mis canas en el sepulcro.
45,1 No pudiendo contenerse ya José delante
de los que le rodeaban, ordenó: -Salid todos de mi presencia. Y no quedó nadie
con él cuando se dio a conocer a sus hermanos.
2 Entonces rompió a llorar a voz en
grito, de modo que lo oyeron los egipcios y la noticia llegó hasta la casa del
faraón.
3 José dijo a sus hermanos: -Yo soy
José, ¿vive todavía mi padre? Sus hermanos no pudieron responderle, pues
estaban asustados ante él.
4 Entonces él les dijo: -Acercaos a mí.
Ellos se acercaron, y él les repitió: -Yo soy José, vuestro hermano, el que
vendisteis y que llegó a Egipto.
5 Pero no estéis angustiados, ni os pese
el haberme vendido aquí, pues Dios me envió delante de vosotros para salvar
vuestras vidas.
**• La primera
parte de la perícopa (44,18-21.23-29) presenta a Judá, ignaro de que se
encuentra frente a su hermano José, vendido a los ismaelitas, que intenta
persuadirle de que le tome a él en vez de a Benjamín, dada la promesa que le
había hecho a su padre, Jacob: «Deja al muchacho bajo mi custodia, y
pongámonos en camino; es la única manera de sobrevivir y de que no perezcamos
ni nosotros, ni tú, ni nuestros hijos. Yo me hago responsable de él; a mí me
pedirás cuentas» (43,8ss). La segunda parte (45,1-5) narra cómo reveló José
su propia identidad a sus hermanos, después de haberlos humillado y tratado con
dureza para someterlos a prueba (42,15).
Las palabras
de Judá sellan un itinerario auténtico de cambio, de conversión: tanto él como
sus hermanos -que, en un tiempo, no sintieron escrúpulos en vender a José, en
buscar algún tipo de ganancia con su desaparición-, ahora, delante de José, no
están dispuestos por ningún motivo a dejar lejos de su padre al pequeño
Benjamín. El alegato de Judá muestra que el pasado no debe determinar ya ni el
presente ni el futuro. La respuesta de José es la revelación de su identidad,
junto a una comprensión de la historia que recurre a la providencia divina: «No
estéis angustiados, ni os pese el haberme vendido aquí, pues Dios me envió
delante de vosotros para salvar vuestras vidas» (45,5).
En la trama de
los acontecimientos interviene una mano poderosa que dirige los senderos de la
vida: lo que había sido objetivamente un hecho cruel es releído e interpretado
ahora en el horizonte más amplio de la historia de la salvación. Dios engendra
salvación incluso del mal; hasta en las contradicciones, en las amarguras de la
historia humana interviene Dios para traer luz. La reconciliación de José con
sus hermanos, su acto de perdón, descansan en la relación que tiene con Dios. «Yo
soy un hombre que teme a Dios» (42,18): estas palabras proporcionan el
horizonte en el que sitúa José el encuentro con sus propios hermanos. El temor
del Señor abre el corazón del creyente a la reconciliación y a la fraternidad
que se restablecen en el diálogo vivido en la paz.
Evangelio: Mateo 10,7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
7 Id anunciando que está llegando el
Reino de los Cielos.
8 Curad a los enfermos, resucitad a los
muertos, limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios; gratis lo
recibisteis, dadlo gratis.
9 No llevéis oro, ni plata ni dinero en
el bolsillo;
10 ni zurrón para el camino, ni dos
túnicas, ni sandalias, ni cayado, porque el obrero tiene derecho a su sustento.
11 Cuando lleguéis a un pueblo o aldea,
averiguad quién hay en ella digno de recibiros y quedaos en su casa hasta que
marchéis.
12 Al entrar en la casa, saludad,
13 y si lo merecen, la paz de vuestro
saludo se quedará con ellos; si no, volverá a vosotros.
14 Si no os reciben ni escuchan vuestro
mensaje, salid de esa casa o de ese pueblo y sacudíos el polvo de los pies.
15 Os aseguro que
el día del juicio será más llevadero para Sodoma y Gomorra que para ese pueblo.
*+• Este fragmento
de Mateo es una instrucción sobre las tareas y la práctica misioneras. Está
precedido por la vocación y la presentación de los Doce y por su misión
(respectivamente en los w. 1-4 y 5ss: cf. la perícopa de ayer). Los que
son llamados son también enviados.
Existe un
vínculo necesario entre vocación y misión. Los discípulos han sido llamados
para estar con el Señor (cf. Me 3,12) y ser enviados por los caminos de
los hombres a hacer resonar la Buena Noticia que el Señor ha venido a
proclamar: «Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios.
Convertios y creed en el Evangelio» (Me 1,15). Son enviados a dar
testimonio y a poner voz a la Palabra de misericordia y de salvación (v. 7)
-presentada en los capítulos 5-7 y 8-9-, a contar la novedad de Jesucristo, que
cuida del débil, libera de la muerte y de la mentira, restituyendo al hombre a
sí mismo.
En esto
continúa el discípulo la obra del Maestro. Y el discípulo, al ponerse al servicio
del Evangelio, como el Maestro, otorga el primado al don: «gratis lo
recibisteis, dadlo gratis» (v. 8b). La gratuidad y la pobreza en la misión
constituyen el testimonio de que el discípulo cuenta con una sola seguridad y
tiene un único objetivo, su Señor y su palabra: «No andéis preocupados
pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros, o con qué vestido vais a
cubrir vuestro cuerpo» (Mt 6,25).
De este modo,
la misión se convierte en ocasión para crear una circulación de gracia y de
vida entre el que anuncia y atestigua y el que acoge. Una circulación que hace
visible la conciencia de la filiación divina de cada creyente, abre a la
fraternidad y da cumplimiento a la promesa de la paz (shalóm) mesiánica
en la comunidad. Al ser enviado, el discípulo «aprende» («discípulo» viene del
verbo latino discere, «aprender») la alegría y la fatiga de participar
en la realización de la promesa, de convertirse en instrumento eficaz, aun en
medio de la debilidad, de la misión del Hijo de Dios entre los hombres.
MEDITATIO
«Señor, tú nos
concederás la paz, pues todo lo que hacemos eres tú quien lo realiza» (Is 26,12). La
paz del discípulo es el resultado de su adhesión y fidelidad al contenido del
anuncio de Jesús: «Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios.
Convertios y creed en el Evangelio» (Me 1,15). El discípulo, en su caminar,
vive la certeza de haber recibido y tener que custodiar un don precioso -el
Reino de Dios, Jesucristo mismo por el que vale la pena dejarlo todo -padres,
trabajo, el propio pasado y el propio presente- enseguida, de inmediato,
venciendo la tentación de mirar atrás, confiando más bien su propio futuro a
una Palabra que exige obediencia: «Seguidme, os haré pescadores de hombres» (Mc
1,17). La palabra del seguimiento, acogida en un clima de obediencia, nos
introduce en la diakonía de Cristo con el mundo y el hombre y se
caracteriza por la configuración con el Hijo, que le hace perder al enviado
cualquier tipo de temerosa sujeción, permitiéndole desarrollarse en la libre
dignidad de una relación filial regalada (Gal 4,7).
La naturaleza
cristiforme de la misión desarrollada por el discípulo interpreta y despliega
al mismo tiempo el ejemplo de Cristo, sin pretender asignar al servicio de la
Palabra ninguna connotación voluntarista, propia de quien pretende celebrar en
el obrar virtuoso y comprometido la superioridad de su propio estatuto moral.
El discípulo sabe, en efecto, que la Palabra del Reino ha sido confiada a los
pequeños y, en la medida en que él sea capaz de volverse como un niño, tendrá
en sus labios la Palabra de vida, para anunciarla desde los tejados y llevar la
salvación al mundo, hasta el último rincón de la tierra (cf. Is 49,6).
El discípulo,
enviado a anunciar con hechos y con verdad la Palabra de salvación, a contar
que Dios dirige en Cristo su mirada providente sobre la historia humana, no
desea «plata, oro o vestidos» (Hch 20,33), no desea «ganancias
ilícitas» (1 Tim 3,8; Tit 1,7), porque ha aprendido que «allí donde está
su tesoro está también su corazón» (Mt 6,21). La adhesión al Señor, la
participación en su misión, es lo que llena el corazón del discípulo, porque él
es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).
ORATIO
En la tierra
de mi exilio te alabo, oh Señor, y manifiesto la fuerza y la grandeza de tu
paternidad a todo el pueblo de tu creación.
En la
oscuridad de mi nada, oh Señor, te alabo porque, incluso en medio de la
oscuridad de la tristeza, contemplo en mi carne la impronta de tu dedo
poderoso.
En la noche de
mi errar te grito mi súplica y mi agradecimiento porque, en medio de la
incertidumbre de mi creer, veo la Luz de la Esperanza, al Anhelado y al
Esperado, a Cristo, tu luz gozosa que inunda de santo fuego los pasos de mi
errar y me permite reposar en el Misterio.
CONTEMPLATIO
Desnudez y
pobreza es destierro de los cuidados, seguridad de la vida, caminante libre y
desembarazado, muerte de la tristeza y guarda de los mandamientos. El monje
desnudo es señor de todo el mundo, porque todos esos cuidados puso en Dios: y
mediante la fe posee todas las cosas. No tiene necessidad de revelar a los
hombres sus necesidades. Todas las cosas que se le ofrecen toma como de la mano
del Señor. Este obrero desnudo se hace enemigo de toda affición demasiada; y
assi mira las cosas que tiene como si no las tuviesse; y si se pasare a la vida
solitaria, todas las cosas tendrá por estiércol. Mas el que se entristece por
alguna cosa transitoria, no sabe aún quál sea la verdadera desnudez. El varón
desnudo hace puríssima oración: mas el iobdicioso padece muchas imágenes en
ella. Los que perseveran humildemente en la sanctíssima subjectión, muy
apartados están de cobdicia: porque qué cosa pueden tener propia los que su
propio cuerpo offrescieron por amor de Dios al imperio del otro? Verdad es que
un solo daño padescen éstos, que es estar muy promptos y aparejados para la
mudanza de los lugares, que no siempre es provechosa. Vi yo algunos monjes que
por la occasión que tuvieron de trabajos en algún lugar alcanzaron la virtud de
la paciencia: mas yo tengo por mas bienaventurados a aquellos que por amor de
Dios procuraron diligentemente alcanzar esta virtud.
El que ha
gustado de los bienes del cielo fácilmente desprecia los de la tierra: mas el
que aún no los ha gustado alégrase con las cosas de acá. El que procura
alcanzar esta desnudez, y no con el fin que debe, en dos cosas recibe agravio,
pues caresce de los bienes présentes y de los futuros (Juan Clímaco, La
escala espiritual. Con anotaciones de fray Luis de Granada, XXVI, versión
electrónica).
ACTIO
Repite con
frecuencia y vive hoy la Palabra: «Está llegando el Reino de Dios.
Convertíos y creed en el Evangelio» (Me 1,15).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
El Señor ha
muerto y ha resucitado: éste es el último acontecimiento. Esta es la última
hora. Frente a todos los tiempos y todos los momentos [...]. Puesto que Cristo
es el último acontecimiento, el modo como el cristiano mira la historia, mira
los tiempos y se plantea los interrogantes no es el de quien espera una novedad
que no conoce, sino el de quien sabe que, en todo caso, la novedad no superará
este acontecimiento. Será una novedad auténtica si tiene el perfil de este
acontecimiento: así, mientras camina en el tiempo, el cristiano permanece vuelto
hacia este acontecimiento que es el último, que es el único y que está puesto
en un sentido verdadero entre los tiempos.
De ahí, pues,
el paradójico modo cristiano de leer la historia [...]. El cristiano sabe que
todo reposa en este acontecimiento, conocido ya en sus líneas esenciales. Es el
modo paradójicamente sereno con que el cristiano mira los tiempos y vive entre
los tiempos frente a los interrogantes y a los desarrollos de los tiempos. En
nombre de esta conciencia, es importante no buscar certezas sobre el futuro, no
pretender disponer del futuro. Esto no es cristiano no porque sea
inmediatamente diabólico, sino porque no responde al sentido de la fe en la
«ultimidad» de Jesucristo.
No tenemos
necesidad de ninguna otra cosa para vivir en un clima de confianza, de
esperanza, entre los tiempos y en sus momentos cruciales. De aquí procede
asimismo el paradójico modo cristiano de ser creativos, de realizar sus
acciones en el mundo, en las situaciones de los tiempos, entendiendo el mundo
no precisamente como el cosmos, sino como una realidad humana, cultural. Es el
modo paradójico de quien no se pone nunca en relación con el presente, con la
situación, con los tiempos, con las culturas, con los mundos, sin referirse al
mismo tiempo a un acontecimiento que ya ha «tenido lugar» (G. Moioli, // discepolo,
Milán 2000, pp. 61-63).
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.
De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.
El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.
No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
Tú, por la luz, el hombre, por la muerte.
¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
Ant. Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.
De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.
El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.
No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
Tú, por la luz, el hombre, por la muerte.
¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Salmo 79 Ven, Señor, a visitar tu viña
Ven, Señor Jesús (Ap 22, 20)
Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Ant. 2. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Cántico Is 12, 1-6 Acción de gracias del pueblo salvado
El que tenga sed, que venga a mí, y que beba (Jn 7, 37)
Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu irá
y me has consolado.
Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
"Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel."»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Ant. 3. Aclamad a Dios, nuestra fuerza. †
Salmo 80 Solemne renovación de la alianza
Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo (Hb 3, 12)
Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
† dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo, soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene.»
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Ant. 1. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Salmo 79 Ven, Señor, a visitar tu viña
Ven, Señor Jesús (Ap 22, 20)
Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.
Ant. 2. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Cántico Is 12, 1-6 Acción de gracias del pueblo salvado
El que tenga sed, que venga a mí, y que beba (Jn 7, 37)
Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu irá
y me has consolado.
Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
"Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel."»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.
Ant. 3. Aclamad a Dios, nuestra fuerza. †
Salmo 80 Solemne renovación de la alianza
Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo (Hb 3, 12)
Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
† dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo, soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene.»
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
LECTURA
BREVE Rm
14, 17-19
No reina Dios por lo que uno come o bebe; sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común.
No reina Dios por lo que uno come o bebe; sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común.
RESPONSORIO
BREVE
R. Velando * Medito en ti, Señor.
Velando medito en ti, Señor.
V. Porque fuiste mi auxilio. * Medito en ti, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Velando medito en ti, Señor.
R. Velando * Medito en ti, Señor.
Velando medito en ti, Señor.
V. Porque fuiste mi auxilio. * Medito en ti, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Velando medito en ti, Señor.
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.
Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa deDavid , su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
PRECES
Bendito sea Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas; digámosle con humildad:
Ilumina nuestros ojos, Señor.
Te damos gracias, Señor, porque nos has alumbrado con la luz de Jesucristo;
–que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.
Que tu sabiduría nos guíe en nuestra jornada;
–así andaremos en una vida nueva.
Que tu amor nos haga superar con fortaleza las adversidades,
–para que te sirvamos con generosidad de espíritu.
Dirige y santifica nuestros pensamientos; palabras y obras en este día,
–y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.
Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre, y digámosle:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN
Humildemente
te pedimos, a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda
luz, que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu claridad. Por
nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
TERCIA,
SEXTA, NONA
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Fuerza tenaz, firmeza de las cosas,
inmóvil en ti mismo;
origen de la luz, eje del mundo
y norma de su giro:
Concédenos tu luz en una tarde
sin muerte ni castigo,
la luz que se prolonga tras la muerte
y dura por los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.
Salmo 118, 65-72 IX (Teth)
Has dado bienes a tu siervo,
Señor, con tus palabras;
enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus mandatos;
antes de sufrir, yo andaba extraviado,
pero ahora me ajusto a tu promesa.
Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes;
los insolentes urden engaño contra mí,
pero yo custodio tus leyes;
tienen el corazón espeso como grasa,
pero mi delicia es tu voluntad.
Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus mandamientos;
más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.
Ant. 2. En Dios confío y no temo lo que pueda hacerme un mortal.
Salmo 55, 2-7b. 9-14 Confianza en la palabra de Dios
En este salmo aparece Cristo en su pasión (S. Jerónimo)
Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa.
Levántame en el día terrible,
yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean
pensando sólo en mi daño;
buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante;
recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En Dios confío y no temo lo que pueda hacerme un mortal.
Ant. 3. Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.
Salmo 56 Oración matutina de un afligido
Este salmo canta la pasión del Señor (S. Agustín)
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.
TERCIA
Ant. 1. Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.
Salmo 118, 65-72 IX (Teth)
Has dado bienes a tu siervo,
Señor, con tus palabras;
enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus mandatos;
antes de sufrir, yo andaba extraviado,
pero ahora me ajusto a tu promesa.
Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes;
los insolentes urden engaño contra mí,
pero yo custodio tus leyes;
tienen el corazón espeso como grasa,
pero mi delicia es tu voluntad.
Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus mandamientos;
más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.
Ant. 2. En Dios confío y no temo lo que pueda hacerme un mortal.
Salmo 55, 2-7b. 9-14 Confianza en la palabra de Dios
En este salmo aparece Cristo en su pasión (S. Jerónimo)
Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa.
Levántame en el día terrible,
yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean
pensando sólo en mi daño;
buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante;
recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En Dios confío y no temo lo que pueda hacerme un mortal.
Ant. 3. Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.
Salmo 56 Oración matutina de un afligido
Este salmo canta la pasión del Señor (S. Agustín)
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.
TERCIA
LECTURA
BREVE Ga 5, 13-14
Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo.»
V. Correré, Señor, por el camino de tus mandatos.
R. Cuando me ensanches el corazón.
ORACIÓN
Señor, tú que a la hora de tercia enviaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración, concédenos también a nosotros tener parte en los dones de este Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo.»
V. Correré, Señor, por el camino de tus mandatos.
R. Cuando me ensanches el corazón.
ORACIÓN
Señor, tú que a la hora de tercia enviaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración, concédenos también a nosotros tener parte en los dones de este Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
SEXTA
LECTURA BREVE Ga 5, 16-17
Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais.
V. Tú eres bueno, Señor, y haces el bien.
R. Instrúyeme en tus leyes.
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, ante ti no existe ni la oscuridad ni las tinieblas; haz, pues, brillar sobre nosotros la claridad de tu luz, para que, guardando tus preceptos, caminemos fielmente por tus sendas con el corazón ensanchado. Por Jesucristo, nuestro Señor.
NONA
LECTURA BREVE Ga 5, 22-23a. 25
El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu.
V. Indícame, Señor, el camino que he de seguir.
R. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
ORACIÓN
Contempla, Señor, a tu familia en oración y haz que, imitando los ejemplos de paciencia de tu Hijo, no decaiga nunca ante la adversidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Tras el temblor opaco de las lágrimas,
no estoy yo solo.
Tras el profundo velo de mi sangre,
no estoy yo solo.
Tras la primera música del día,
no estoy yo solo.
Tras la postrera luz de las montañas,
no estoy yo solo.
Tras el estéril gozo de las horas,
no estoy yo solo.
Tras el augurio helado del espejo,
no estoy yo solo.
No estoy yo solo; me acompaña, en vela,
la pura eternidad de cuanto amo.
Vivimos junto a Dios eternamente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Tras el temblor opaco de las lágrimas,
no estoy yo solo.
Tras el profundo velo de mi sangre,
no estoy yo solo.
Tras la primera música del día,
no estoy yo solo.
Tras la postrera luz de las montañas,
no estoy yo solo.
Tras el estéril gozo de las horas,
no estoy yo solo.
Tras el augurio helado del espejo,
no estoy yo solo.
No estoy yo solo; me acompaña, en vela,
la pura eternidad de cuanto amo.
Vivimos junto a Dios eternamente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Salmo 71 Poder real del Mesías
Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (Mt 2, 11)
I
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Ant. 2. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.
II
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.
Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.
Ant. 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Cántico Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a El juicio de Dios
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Ant. 1. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Salmo 71 Poder real del Mesías
Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (Mt 2, 11)
I
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.
Ant. 2. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.
II
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.
Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.
Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.
Ant. 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
Cántico Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a El juicio de Dios
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.
LECTURA
BREVE 1P 1, 22-23
Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera.
Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera.
RESPONSORIO
BREVE
R. El Señor es mi pastor, * Nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar. * Nada me falta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, * Nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar. * Nada me falta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor
los sacia y colma de bienes.
Magníficat
Lc 1, 46-55
Alegría del alma en Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Alegría del alma en Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.
PRECES
Elevemos nuestros corazones agradecidos a nuestro Dios y Salvador, que ha bendecido a su pueblo con toda clase de bienes espirituales, y digámosle con fe:
Bendice a tu pueblo, Señor.
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, protege al papa N. y a nuestro obispo N.,
–a los que tú mismo has elegido para guiar a la Iglesia.
Protege, Señor, nuestros pueblos y ciudades
–y aleja de ellos todo mal.
Multiplica, como renuevos de olivo alrededor de tu mesa, hijos que se consagren a tu reino,
–siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia.
Conserva el propósito de las que han consagrado a ti su virginidad,
–para que sigan al Cordero divino adondequiera que vaya.
Haz que los difuntos descansen en tu paz eterna
–y que se afiance nuestra unión con ellos por la comunión de los santos.
Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, acudamos confiadamente a nuestro Padre:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Elevemos nuestros corazones agradecidos a nuestro Dios y Salvador, que ha bendecido a su pueblo con toda clase de bienes espirituales, y digámosle con fe:
Bendice a tu pueblo, Señor.
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, protege al papa N. y a nuestro obispo N.,
–a los que tú mismo has elegido para guiar a la Iglesia.
Protege, Señor, nuestros pueblos y ciudades
–y aleja de ellos todo mal.
Multiplica, como renuevos de olivo alrededor de tu mesa, hijos que se consagren a tu reino,
–siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia.
Conserva el propósito de las que han consagrado a ti su virginidad,
–para que sigan al Cordero divino adondequiera que vaya.
Haz que los difuntos descansen en tu paz eterna
–y que se afiance nuestra unión con ellos por la comunión de los santos.
Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, acudamos confiadamente a nuestro Padre:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN
Al ofrecerte, Señor, nuestra alabanza vespertina, te pedimos humildemente que, meditando tu ley día y noche, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Al ofrecerte, Señor, nuestra alabanza vespertina, te pedimos humildemente que, meditando tu ley día y noche, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
En este
momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.
Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
Yo
confieso ante Dios todopoderoso
y ante
vosotros, hermanos,
que he
pecado mucho
de
pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego
a santa María, siempre Virgen,
a los
ángeles, a los santos
y a
vosotros, hermanos,
que
intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. Dios todopoderoso tenga misericordia de
nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
HIMNO
Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura,
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura,
tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva. Amén.
Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura,
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura,
tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva. Amén.
SALMODIA
Ant. Mi carne descansa serena.
Salmo 15 El Señor es el lote de mi heredad
Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte (Hch 2, 24).
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi carne descansa serena.
Ant. Mi carne descansa serena.
Salmo 15 El Señor es el lote de mi heredad
Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte (Hch 2, 24).
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi carne descansa serena.
LECTURA
BREVE 1Ts 5, 23
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
RESPONSORIO BREVE
R. A tus manos, Señor, * Encomiendo mi espíritu.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás. * Encomiendo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
R. A tus manos, Señor, * Encomiendo mi espíritu.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás. * Encomiendo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
Nunc dimittis Lc 2,
29-32
Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
R. Amén.
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
R. Amén.
Antífonas
finales a la Santísima Virgen María
II
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y quiere levantarse.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y quiere levantarse.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
SANTA CLELIA
BARBIERI.
Fundadora de las religiosas Mínimas de la Virgen de los Dolores, dedicadas
sobre todo a la formación humana y cristiana de las muchachas pobres e
indigentes, y a la atención de los pobres, los enfermos, los marginados. Nació
en San Giovanni in Persiceto, provincia de Bolonia (Italia), el año 1847. La
dureza de los acontecimientos que le tocó vivir desde su infancia acreció su
hambre y sed de Dios. La Eucaristía fue el centro de su experiencia mística y
de su carisma de fundadora. En el clima que caracterizó el paso del dominio
pontificio al Estado unitario italiano, se delineó en la mente de Clelia un
proyecto de vida común, sencillo y esencial. Nació así, en la pobreza y el
abandono confiado en el Padre, una pequeña comunidad que se caracterizó por el
sentido comunitario, el espíritu contemplativo, el servicio de caridad a tiempo
pleno y una extraordinaria irradiación de sencillez y alegría. Murió el 13 de
julio de 1870 en Budrie, a los 23 años de edad. Fue canonizada en 1989.
SANTOS LUIS MARTIN Y CELIA GUÉRIN . Esposos y padres de
santa Teresa del Niño Jesús. Él nació en Burdeos en 1823 y ella en Gandelain en
1831. Los dos eran descendientes de familia militar y se educaron en centros religiosos;
él era relojero y ella artesana del «punto de Alençon», un encaje de los más
famosos. En su juventud los dos quisieron en vano abrazar la vida religiosa, él
en los Agustinos, ella en las Hijas de la Caridad. La relación entre ellos
comenzó en Alençon. Tres meses después de su primer encuentro, contrajeron
matrimonio el 13 de julio de 1858. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa
diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en
la vida parroquial. Tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron
prematuramente. A los 45 años, Celia recibió la noticia de que tenía un tumor
en el pecho y pidió a su cuñada Celina que ayudara a su marido en la educación
de los más pequeños. Murió el 28 de agosto de 1877. Luis se encontró solo para
sacar adelante a su familia. Se trasladó a Lisieux, donde residía la tía
Celina. Luis acompañó a cuatro de sus hijas al Carmelo y a una a la Visitación.
El sacrificio mayor fue separarse de Teresa, la pequeña, que entró en el
Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando hasta
llegar a la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio
de Caen. Murió en La Musse (Eure) el 29 de julio de 1894. Fueron canonizados
los dos juntos el 18-X-2015 y se celebra la memoria de los dos juntos el 13 de
julio, aniversario de su boda.
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