ASOCIACIÓN Y COFRADÍA DEL ROSARIO SANTO DOMINGO EL REAL

Espacio dedicado a promover la devoción a la Virgen mediante la divulgación del rezo del Rosario, como medio de contemplar y meditar los misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo y asemejarnos a Él.


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lunes, 18 de junio de 2018

Reto

Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.                              

¡VUELVE!

En los días de Ejercicios, a eso de las 6.30 de la tarde, hacía un pequeño descanso y recorría la huerta rezando el Rosario. Uno de los días, antes de salir, una hermana me dijo que parecía que iba a llover, que no se iba a arriesgar a salir a dar su paseo.

Sin embargo, llegó mi hora e, ignorando el aviso de la hermana, atravesé los caminos hasta el extremo más lejano del monasterio, hasta la otra punta de la huerta... ¡literal!

De repente, unas gotas. “Seguro que pasarán”, me dije, y me senté en un banco debajo del porche.

Al poco, ya no eran gotas: la lluvia aumentó considerablemente, aunque volví a pensar que en poco pararía. Pero ahí no quedó la cosa. Se puso a llover de tal manera, que no se veía nada ¡a dos metros de distancia!

Y yo ahí, sentada, aún pensando que, al acabar el Rosario, quizá de “algún modo milagroso”, las nubes se disiparían, el sol brillaría... y en ese momento, la campana que avisa para ir a rezar Vísperas empezó a tocar. No había otra: tenía que salir corriendo.

Corrí a toda velocidad. Por supuesto, el hábito blanco, del que no han fabricado una modalidad impermeable... ya te puedes imaginar cómo se quedó.

Cuántas veces metemos la cabeza en algo a pesar de que nos digan lo contrario. Nos empeñamos en que tiene que salir y, ya cuando tenemos la “lluvia encima”, clamamos al Cielo pidiendo que “milagrosamente las nubes se disipen”.

Cuando nos vemos bajo la lluvia, somos los primeros en castigarnos, nos sentimos indignos de volver a Casa, de que nos acojan, porque nosotros somos los primeros que no nos acogemos.

Puede que te encuentres bajo la lluvia torrencial, que esa decisión que has tomado te haya llevado a estar bajo el agua. No tengas miedo de volver a Casa, no corras en la otra dirección. Es hora de buscar Refugio, pero no allá, a lo lejos. Vuelve. Corre, aunque te mojes, pero vuelve, no tengas miedo. “Pero, ¿cómo voy a volver empapado, tal como he quedado?” Vuelve, déjate abrazar en tu pobreza tal y como estás, déjate secar con la toalla, que te tiendan una mano para seguir caminando.

Cristo es el primero que te entiende, que te ama tal como estás. No tengas miedo a experimentarlo porque, de que tú experimentes ese Amor por ti, depende que te puedas volver a levantar sintiéndote profundamente abrazado.

Hoy el reto del Amor es que vuelvas a casa. Que vuelvas a esa persona y le pidas perdón, que te acerques a la Iglesia por la que te sentías juzgado a dejarte abrazar, que escribas unas líneas a quien no sabes cómo acercarte... Si lo sientes en el corazón... ¡vuelve!

VIVE DE CRISTO

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¡Feliz día!

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