Introducción
Continuamos con esta humilde observación acerca del Santo Rosario, por supuesto guiados por la Carta Apóstolica Rosarium Virginis Mariae realizada por S. S Juan Pablo II, recordamos que en la parte anterior hicimos un breve pero necesario esbozo de la expresión "remar mar adentro" en la, tan necesaria, búsqueda de cobijo y entendimiento acerca de las verdades de la fe cristiana que se ocultan apropiadamente dentro de los misterios del Rosario, esperando a que todos y cada uno de nosotros seamos capaces de descifrarlos.
María, guía y corredentora
Continua Juan Pablo II explicando que "aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. (...) concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, (...) En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.
Efectivamente si, María, la virgen que es madre, la madre que es discípula, fue sin duda alguna la primera persona capacitada para dar testimonio de Cristo, cuando nosotros observamos a María, cuando entablamos un monologo estamos, en el fondo, tratando con Jesús, porque María es como se suele decir vulgarmente una "mandá", todo lo que puede, que no es poco, lo hace debido a que le ha sido otorgado por la fe ciega que tuvo en su hijo, confianza y un profundo amor eso es lo que la mantuvieron durante los malos momentos. Como revela el Magnificat, María no solo era una joven humilde y trabajadora, era una buena israelita,, silenciosa y mansa no cometió los errores que llevaron varias veces a la ruina a Israel, ella no se olvido de Dios por dedicarse a sus tareas, ni tampoco se olvido de sus tareas por seguir a Dios.
No me cuesta imaginar a María, aún joven, escuchando a sus padres hablar acerca de la situación de Israel, me imagino a los padres de María, San Joaquín y Santa Ana, discutiendo, quizás, debido a que tenían posiciones encontradas acerca de la situación y que incluso estaban presentes en las propias oraciones y ofrendas que realizaban en el templo. Por lo tanto no me resulta extraño que María tuviera un poso de conocimiento acerca de la situación, lo cual no quita que fuera el Espíritu Santo el que infundiera a María ese valor, ese arrojo y esa capacidad de oración-protesta.
Objeciones al Rosario
Así se titula el apartado C de la introducción de la Carta Apostólica que estamos tratando y así lo titulo yo porque me parece el titulo más correcto para expresar las objeciones que Juan Pablo II rescata para ser tratadas por su mano y sus conocimientos. Cualquiera que lea este apartado vera que hay dos objeciones, la relación Liturgia-Santo Rosario y el carácter marcadamente mariano del Rosario, esta ultima evidentemente no la voy a tratar, ya os he planteado mi opinión al respecto, así que me centrare exclusivamente en la relación Liturgia-Santo Rosario.
Explica Juan Pablo II que el Rosario no sólo no se opone a la Liturgia, sino que le da soporte, ya que la introduce y la recuerda, ayudando a vivirla con plena participación interior, recogiendo, así sus frutos en la vida cotidiana. Juan Pablo II entendió perfectamente el enorme valor del Rosario y precisamente la inclusión de los Misterios Luminosos lo que hacen es dar buena cuenta de los únicos aspectos que se habían dejado en el tintero hasta ese momento y que son de un gran valor, precisamente culminando estos misterios en la observación del misterio que supuso la institución de la Eucaristía, elemento este que provoco y que aún provoca, cuando se ha entendido, una enorme sensación de unidad en Jesucristo, este hace suyos dos elementos tan valiosos para sus compatriotas como son el pan y el vino y el otorga un valor divino al convertirlos, previa recitación de la oración, en su cuerpo y su sangre, es decir, envía un mensaje su pueblo, y a todos nosotros, en el cual nos dice: mirad, vuestro trabajo y vuestro sudor no me pasan desapercibido, no estoy aquí tumbado a la sombra mientras que vosotros os arrastráis, el fruto de vuestro sufrimiento lo hago mio, lo premio como una parte de mi.
El Santo Rosario, instrumento de contemplación y oración
Desde que comencé a utilizar el Rosario he creído que este pequeño instrumento en las materiales manos del ser humano, con unas bolas, que reciben el nombre de cuentas, como ya sabéis, era y es uno de los instrumentos más poderosos para la acción de Dios. Estas cuentas son historias, pequeñas partes de la historia de la Salvación que el hombre observa con cada contemplación de sus misterios, es, por decirlo así, como si subrayasemos el pasado, de forma constante el ser humano va viendo partes de la vida de Nuestro Señor, como si fueran episodios de una serie antigua de la cual ya conoces el final, si, pero necesitas sobre todo conocer esas partes de la historia para entender que ocurrió y como.
Pero seamos sinceros, ¿de qué sirve la contemplación? pues de nada, si no hay algo más. Es ridículo perder el tiempo recordando etapas de la vida de Jesucristo sino sirve de algo, si no se aprende algo. Y ese aprendizaje se manifiesta en la oración, es decir, se manifiesta cuando nosotros, sus seguidores, tomamos buena cuenta de la historia de su vida y en función de la cual la comparamos con la nuestra o la de las personas cercanas a nosotros, nuestra familia, nuestro circulo social, nuestro país, etc.., y le solicitamos su intervención, como uno con el Padre.
Para eso sirve la oración, sirve para ser oído y oír, para hacerse notar y para notar a la otra parte, por eso nosotros en la contemplación de los misterios oramos, oramos para entender y ser entendidos y sobre todo buscamos amarle y queremos, esperamos incluso, ser amados.
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