La pureza.
En la juventud es
generalmente cuando más cuesta guardar la virtud de la pureza, porque el cuerpo
está en su plenitud y la sangre corre veloz por las venas.
Si a esto le sumamos que en
el mundo de hoy se exalta la impureza por todos los medios de comunicación,
entonces podemos comprender la situación difícil en que se encuentran los
jóvenes de hoy.
Por eso es tiempo de
combatir. Si caemos, no hay que quedarse en el suelo, sino volver a levantarse
con una sincera confesión y acostumbrarse a hacer pequeños sacrificios,
pequeñas renuncias, para ir habituándose a renunciar a sí mismo.
El tiempo de la juventud es
tiempo de heroísmos, y el mayor heroísmo está en el combate que debemos
entablar contra nosotros mismos, contra nuestras pasiones, y contra el demonio
que excita esas pasiones.
Y lo primero que debemos
controlar son los ojos, las miradas. Si no nos acostumbramos a dominar y
refrenar nuestras miradas, entonces seremos fácilmente abatidos. Hay que dejar
de mirar televisión, hay que andar con mucha prudencia por Internet, hay que
apartar los ojos de las personas vestidas indecentemente o provocativas. Al
principio será casi imposible hacerlo, pero con la práctica y la perseverancia,
más la ayuda de la gracia y siendo perseverantes en la oración, lograremos un
control sobre nuestras miradas, y conservaremos la pureza, ya que la tentación
entra por los ojos.
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